Carlos Suárez, el alpinista que encontró la muerte cuando rodaba una película sobre su increíble vida
Experto montañista, precursor del salto base en España y fuente de inspiración, ha fallecido al saltar desde un globo durante la preproducción de ‘La fiera’, de Salvador Calvo, basada en su historia y de su grupo de amigos aficionados al salto base


Con apenas 17 años de edad, Carlos Suárez apareció en Chamonix con las manos en los bolsillos y una vaga idea de dónde quedaba su futuro. A los pocos días, escaló sin cuerda la vía Cassin al Espolón Walker de las Grandes Jorasses, 1.200 metros de roca y terreno mixto en la cara norte alpina más intimidante. Lo que para la mayoría era un gran sueño apenas alcanzable, para Carlos fue un paseo entre Francia e Italia. Este martes, cumplidos los 52, perdió la vida trabajando como doble en un salto con un traje aéreo, lo que se conoce como wingsuit, desde un globo. Algo falló. No se abrió el paracaídas para salvar la emergencia. Suárez iba a rodar tomas previas para la película La fiera, de Salvador Calvo, inspirada en su vida.
“Lo más irónico es que Carlos siempre fue una persona extremadamente segura. Fue uno de los precursores del salto base en España, pero tras sufrir un accidente grave en Galayos y ver como sus amigos se mataban a su alrededor, lo había aparcado”, apunta Darío Rodríguez, dueño de la revista y editorial Desnivel y uno de los grandes amigos de Carlos. De hecho, Suárez fue el joven protagonista de portadas y artículos de la revista madrileña, alguien dotado de unas capacidades para la escalada fuera de lo común, capaz de escalar vías de octavo grado sin cuerda, de recorrer paredes como la Oeste del Picu Uriiellu en solo integral, de abrir nuevas rutas, de atreverse con casi todo, desde el himalayismo a la escalada en hielo o a la escritura.
COMUNICADO DE ATRESMEDIA CINE Y MOD PRODUCCIONES. pic.twitter.com/DwuXamN3Z5
— Atresmedia Cine (@atresmediacine) April 1, 2025
Tal y como recuerda Darío Rodríguez, Carlos llegó al alpinismo desde la lectura: devoraba toda la literatura de montaña clásica y moderna porque quería entender qué sitio podría llegar a ocupar, qué referencias seguir, qué espacio tantear en un mundo con múltiples ramificaciones. Decidió que lo probaría todo. Y resultó que todo se le daba bien. Con todos los riesgos que pudo asumir en su enorme trayectoria, Carlos nunca buscó el chute gratuito de adrenalina o, más recientemente, su momento de gloria en Instagram. Todos los retos que llegó a emprender fueron filtrados, masticados, estudiados y considerados desde múltiples ángulos con la intención de cumplir sus expectativas con el mayor margen de seguridad posible.
“El alpinista no busca el accidente, busca la forma más segura de cumplir sus sueños”, solía decir. Darío Rodríguez abunda en este sentido: “Su conocimiento del mundo y de la historia de la montaña era tremendo y eso le empujaba a estudiar, a tratar de conocer, a analizar todo lo que emprendía. No era un alocado. Su fama fuera de nuestras fronteras era enorme y, de hecho, el alpinismo español ha perdido con él a su gran embajador. Llevo toda la mañana recibiendo llamadas de pésame de todas partes. Todas las figuras internacionales que pasaban por nuestro país querían conocerle, y él siempre estaba allí para ellos, para escalar juntos o explicarles lo que necesitasen. Le recuerdo junto a Leo Houlding, Dean Potter, Kult Albert y muchas otras figuras de renombre. Su pérdida es enorme”.

Como precursor del salto base desde paredes de montaña, Carlos fue de los primeros en vislumbrar el futuro de la especialidad: mucho riesgo y vuelos de proximidad impensables. No se equivocó. De hecho, opinaba que la escalada era un deporte seguro comparado con el salto. Profundizó tanto en su nueva pasión, que vio cómo quedaban por el camino sus compañeros de aventura. Poco a poco, empezó a borrarse de un riesgo que ni él era ya capaz de asumir.
Paradójicamente, ha encontrado la muerte en el momento y en la actividad más insospechada. Estaba en Toledo. Y en la mañana de este martes tenía que hacer un salto como parte de un trabajo de asesor fílmico para un proyecto sobre su propia vida. Los paracaidistas habían saltado hacia las 9.15 horas desde un globo aerostático que había despegado del aeródromo La Mancha de la localidad toledana de La Villa de Don Fadrique. Pero a Carlos Suárez no se le abrió el paracaídas de su traje de alas. Y el salto acabó siendo fatal. Era un salto grupal, que realizó junto con otros cuatro compañeros, que pudieron aterrizar sin contratiempos.

El accidente se produjo durante la preproducción, mientras filmaban tomas previas, de La fiera, película dirigida por Salvador Calvo y producida por MOD Producciones y Atresmedia Cine, cuyo rodaje iba a arrancar en mayo y con fecha de estreno agendada para finales de 2026, distribuida por Disney. Paradójicamente, el guion de este drama de aventura de Calvo —1898. Los últimos de Filipinas (2016), Adú (2021), donde abordó la historia de dos niños refugiados y por la que obtuvo cuatro premios Goya, uno de ellos a la mejor dirección, y Valle de sombras (2024)— se basa en la vida de Suárez, en concreto en su grupo de cinco amigos aficionados al salto base de los que solo habían sobrevivido dos.
En los próximos días tenía previsto partir al Himalaya para intentar ascender el Saula Peak (6.235 m), en las cercanías del Manaslu, junto a Jerónimo López y Marina Fernández. Suárez formaba parte de una expedición para conmemorar los 50 años del primer ochomil ascendido por alpinistas españoles, precisamente el Manaslu a cargo de López y de Gerardo Blázquez en 1975. Carlos Suárez tenía una mujer y una hija de dos años.

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